Néstor Camarillo Medina y su aspiración a la gubernatura de Puebla

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En una cálida tarde de agosto, en el pintoresco pueblo de Zacapoaxtla, la comunidad se congregó con expectación en la explanada de El Molino. Bajo un cielo despejado, que auguraba un nuevo capítulo para Puebla, Néstor Camarillo Medina, el dirigente del PRI, se presentó ante los suyos, con una convicción renovada y un anhelo claro: convertirse en el próximo gobernador del estado.

El ambiente estaba cargado de emoción y, a la vez, de curiosidad. Para muchos, El Molino era un lugar más que emblemático; era la cuna de un líder que prometía cambios, y que ahora, tras haber defendido sus ideales en el Senado, volvía a sus raíces para iniciar una nueva batalla. En su mirada, se podía entrever la mezcla de orgullo por su origen y el peso de la responsabilidad que estaba a punto de asumir.

Rodeado por simpatizantes y curiosos, Néstor Camarillo no tardó en dirigirse a la multitud con un discurso que resonó en cada rincón de la comunidad. Habló con firmeza, recalcando que sus aspiraciones no eran simples ambiciones políticas, sino el reflejo de un compromiso profundo con su gente. “Trabajaré a favor de los ciudadanos, abrazaré sus causas, tal como lo hizo Alejandro Armenta”, afirmó, evocando el camino de quien pronto ocuparía la gubernatura.

La mención de una casa de gestión en El Molino no pasó desapercibida. Para los habitantes de Zacapoaxtla, esto representaba más que un gesto político; era una reafirmación de los lazos de Néstor con su tierra. “Para aquellos que dudaron de mi origen, les responderé con acciones”, sentenció, arrancando aplausos y vítores entre los presentes. El anuncio de otra casa de gestión en la capital poblana consolidaba su estrategia: estar cerca de su gente, entender sus necesidades desde la raíz, y ofrecer soluciones concretas.

Sin embargo, Néstor Camarillo no se limitó a hablar de sus sueños. Con una serenidad que solo dan los años de experiencia, abordó temas espinosos dentro de su partido. Reconoció la reciente designación de Alejandro Moreno Cárdenas como nuevo líder del PRI, y dejó un mensaje claro para aquellos que no se sintieran parte del proyecto: “No se expulsará a nadie. Quien no se sienta parte del partido puede irse. No obligaremos a nadie”. Era un llamado a la unidad, pero también una advertencia de que no todos estaban destinados a caminar el mismo sendero.

El clímax de su intervención llegó cuando mencionó a Mario Marín, el exgobernador que, en su momento, había sido una figura controvertida dentro del PRI. Sin titubear, Camarillo Medina expresó su respeto por el proceso judicial que enfrenta Marín, pero dejó claro que su partido no colaboraría con él. “Hay nuevos rostros que buscan mejorar el rumbo de Puebla”, subrayó, marcando una línea divisoria entre el pasado y el futuro.

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Con el sol comenzando a ocultarse detrás de las montañas, Néstor Camarillo concluyó su discurso, no sin antes reafirmar su compromiso con los poblanos. “Mientras yo respire, seguiré recorriendo el estado y abrazando causas”, dijo con una voz firme y decidida, dejando claro que su lucha apenas comenzaba.

El pueblo de Zacapoaxtla, que había visto nacer a este líder, lo despidió con el mismo entusiasmo con el que lo había recibido. El camino hacia la gubernatura de Puebla estaba lejos de ser fácil, pero Néstor Camarillo Medina ya había dado el primer paso, y lo había hecho en la tierra que lo vio crecer.

Rene Castilla


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